Partamos de un ejemplo bien conocido de
uso de datos masivos:
“ … la
visión solucionista
de Uber
está clara: gracias a la aplicación que tienes en el teléfono
inteligente, un coche va a buscarte para llevarte adonde quieres.
Decir que esta propuesta carece de imaginación sería un eufemismo:
es algo que funciona bien en Estados Unidos, donde nadie suele
plantearse caminar y donde el transporte público es prácticamente inexistente.
¿Por
qué tiene que ser ese sistema un modelo para el resto del mundo? El
hecho de que caminar no sea rentable para Uber no significa que haya
que rechazar esa forma de desplazamiento. Aquí se aplica
perfectamente la crítica que se suele hacer al solucionismo,
es decir, que define los problemas sociales de un modo excesivamente
limitado, generalmente de la forma más rentable para quienes
proponen la «solución».
Pero
imaginémonos que la aplicación para móvil de nuestro ayuntamiento
pudiera informarnos de las diversas opciones que, aparte de Uber,
tenemos: parte del trayecto lo podríamos hacer en una bici que nos
esperara en una caseta de la esquina, después podríamos montarnos
en un minibús que adaptara su ruta a nuestro destino y al de los
demás pasajeros, y el resto del camino podríamos realizarlo
caminando ... ” (E. Mozorov)
La
disyuntiva es clara; su punto de partida no lo es menos:
“ … las
ciudades no deben ver en empresas como Uber la única forma de
organizar un transporte público eficaz, ni desde luego la única
para aliviar el exceso de tráfico (está claro que los datos de Uber
nunca nos indicarán que necesitamos menos taxis y más carriles bici
y vías peatonales). En segundo lugar, el resultado de muchas
batallas clave sobre los futuros servicios públicos dependerá de
quién posea los datos subyacentes y los sensores que los producen.
Dejarlo en manos de Uber –o, todavía peor, de las gigantescas
empresas tecnológicas que intentan hacerse con una parte de la
lucrativa tarta de la «ciudad inteligente»- sería descartar la
experimentación flexible que permitiría a las comunidades organizar
su sistema de transporte como lo consideraran oportuno” (E. Mozorov)
Como
se ve, es clave quién posea los datos (si queremos
gestionar los servicios públicos frente al solucionismo de los
mercados); y es por eso que un organismo como el Instituto
de Datos Abiertos
(Open Data Institute) de Londres debiera servir de ejemplo a otros
países y ciudades. Un Instituto que cuenta entre sus máximos
responsables, y no casualmente, con el creador de la www y el http, Tim
Berners-Lee.
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