lunes, 16 de marzo de 2015

Aaron Swartz: un socialista del siglo XXI


por Winston Smith

En estos últimos meses ha sido frecuente noticia el uso indebido de datos de determinadas redes sociales gestionadas por multinacionales, así como la divulgación de información -recabada de forma no autorizada- por agencias de seguridad o por hackers a través de las redes de telecomunicación. En estas prácticas son determinantes las razones de tipo empresarial, para contar con información privilegiada, aunque suela usarse la cortina de humo de la seguridad nacional.



Un privilegiado conocedor de todo este negocio fue Aaron Swartz (1986-2013) que empezó siendo niño prodigio de internet para acabar suicidándose a resultas de la presión para él insufrible, policial y judicial, a la que tuvo que enfrentarse en Estados Unidos. Desde hace unos meses puede verse un muy buen documental sobre su peripecia vital y social titulado The Internet's Own Boy: The Story of Aaron Swartz (2014), subtitulado en castellano.



Aaron Swartz llegó a ganar importantes cantidades de dinero con sus desarrollos informáticos, aunque muy pronto abandonó esa senda para trabajar en una internet al servicio de los ciudadanos y no al de su propio bolsillo. En esto se declaró inspirado por el creador de la www, Tim Berners-Lee, que en vez de convertir su innovación en un negocio personal multimillonario, trabajó para que la red fuese única, abierta y global. Nada que ver con lo que, con no mayores méritos, hicieron Bill Gates, Larry Page o Mark Zuckerberg al construir gigantescos negocios privados.



En esa tarea social (en sus palabras: hacer que lo público sea público y no negocio privado) el joven Aaron se enfrentó al negocio multimillonario del acceso a la jurisprudencia de los EE.UU., o al no menos multimillonario de las revistas de pago online que editan producción científica. En estos y en otros empeños, por ejemplo contra leyes restrictivas del libre acceso a internet, su posición era inamovible: la red tenía que cumplir su potencial tecnológico de difusión gratuita de los bienes públicos (legislación, ciencia, etc.) y nadie debería hacer negocio privado con su información.



Porque una cosa es Wikipedia, con unos ingresos de menos de cincuenta millones de euros anuales a través de donaciones de sus usuarios, y una muy otra las empresas de buscadores con unos ingresos y beneficios de miles de millones por publicidad. Para Aaron Swartz internet se movía entre esas dos fuerzas o modelos, y el tenía muy claro de que parte estaba; conocía muy bien cuales eran los riesgos y peligros con los grandes negociantes de internet, como se recoge en su Manifiesto por el acceso abierto.



Fuerzas que, desde muy pronto, lo identificaron como una amenaza para sus intereses, poniendo a toda marcha su maquinaria de abogados, policías y jueces; y fue así, con el silencio cómplice de las autoridades universitarias, y del prestigioso MIT, cómo acabaría siendo víctima de los que privatizan la cultura pública.

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